Quienes nos dedicamos a la práctica docente, solemos reflexionar cómo lo estamos haciendo, a veces individualmente, otras veces en voz alta con nuestros compañeros. Es necesario hacerlo porque la educación es una tarea difícil, pero también porque cada vez más somos conscientes de que los niños y jóvenes que nos llegan hoy a las aulas son muy diferentes de los de hace una década. La tecnología y la información que proviene de ellas ha cambiado totalmente la relación profesor-alumno, con aspectos positivos y otros que no lo son tanto.
Quiero aprovechar esta entrada nueva en este blog para tratar, precisamente, este tema de la educación tras la lectura que he realizado del libro de Christian Laval (2003) La escuela no es una empresa. El ataque neoliberal a la enseñanza pública, Paidós. Un trabajo muy interesante sobre la influencia del capitalismo en el sistema educativo francés (pero fácilmente aplicable al resto de países), del que muestro aquí sus ideas principales, de manera un poco libre.
En la cultura de mercado que domina la época actual, la emancipación por el conocimiento, vieja herencia de la Ilustración, ha resultado una idea obsoleta. Asimismo, los docentes siguen cumpliendo con su labor diaria, pero socialmente han perdido muchos de sus beneficios simbólicos y de sus ventajas materiales. Una expresión habitual es que la escuela necesita “reforma”, cuando asistimos también a la constatación de que esta reforma va acompañada de una imposición administrativa o bien de un extraño culto a la innovación, desconectado de cualquier aspiración política clara.
Asistimos a la lógica de la gestión empresarial en el ámbito educativo, del consumerismo escolar o de las pedagogías de inspiración individualista. Al comparadas tanto con las transformaciones económicas como con las mutaciones culturales que han padecido las sociedades de mercado, es posible observar por qué y cómo la institución escolar se amolda cada vez más al concepto de la escuela neoliberal.