David Pujante
I
El discurso humano es el producto de los esfuerzos de la conciencia para adaptarse a los dominios problemáticos de la experiencia. La realidad que nos rodea, y con la que tenemos que convivir, se muestra a nuestra experiencia diaria como algo extraño y amenazador; y necesitamos explicárnosla, para posicionarnos en ella, para entender a los demás, en lo que es la interactuación social. Si bien un gesto vale más que mil palabras, cuando el gesto no es suficiente, tenemos el discurso. Como decía el poeta: “nos queda la palabra.”
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
(Blas de Otero)
En la Antigüedad, los estudiosos del discurso social humano cayeron ya en la cuenta de que todos los discursos que explican el mundo están hechos a la medida del ser humano que lo contempla y lo interpreta. No hay objetividad posible cuando el que mira es un sujeto, por lo que el modo de entender el mundo es caleidoscópico. Y también se dieron cuenta los antiguos retóricos de que esos discursos humanos que interpretan el mundo, que aprehenden esa realidad extraña y amenazadora (por incomprendida, por sentida pero todavía no entendida), solo pueden construirse con una serie de estructuras lingüísticas básicas, unas prefiguraciones retóricas básicas. Pasando los siglos, Giambattista Vico (1668-1725), en sus Principios de ciencia nueva (1725), dijo que las prefiguraciones tropológicas básicas, es decir la estructura lingüística de la conciencia humana, se basaban en la aprehensión metafórica, metonímica, sinecdóquica e irónica. Cuatro procedimientos básicos para hacer consciente por medio del lenguaje nuestra cognición.
Por el procedimiento metafórico relacionamos elementos y los consideramos como partes de un todo todavía no identificado (por ejemplo, una ley es una mordaza: ley mordaza). La metonimia da solución a los problemas de contigüidad y la sinécdoque a las relaciones entre atributos superficiales y la presumible esencia. Se puede plantear el asunto de Cataluña como un problema metonímico o sinecdóquico. Pero hoy quiero centrarme en el cuarto de los procedimientos, la ironía.
II
La reflexión irónica nos permite hacer un discurso autorreflexivo sobre la inadecuación de ciertos procesos y sobre la naturaleza constructiva llevada a cabo. La ironía consiente construir un entendimiento de hechos en términos de negación de lo afirmado.
Según la tradición retórica, la ironía puede considerarse como un tropo o como una figura de pensamiento. Como tropo, la ironía es la expresión de un asunto mediante unas palabras que significan lo contrario. Lo que hace comprender que estamos ante una expresión irónica es la pronuntiatio, es decir, la enunciación.
La ironía puede nacer de la dialéctica elogio/vituperio. Dice Quintiliano, uno de los clásicos de la tratadística retórica latina, que está permitido desacreditar a uno fingiendo una alabanza (Institución oratoria VIII 6 55). Quintiliano también habla del sarcasmo, que es una ironía con base en el modo de expresión más que en el contenido (quizás consistía en ciertos gestos con la cara, que subrayaban lo que se decía). Habla igualmente del asteísmo, que podía ser un modo de autodenigración, de ironía sobre uno mismo (dice un calvo: “no me tomes más el pelo, que me queda muy poco”); muy útil para congraciarse al público en ocasiones. También habla de la antífrasis, que consiste en enunciar lo contrario de lo que se piensa (¡Bonita contestación!). Y finalmente habla de la paroimía, que consiste en usar un proverbio conocido con un matiz distinto (se dice de una chica involuntariamente embarazada: “cumplió demasiado bien con lo de amarás a tu prójimo”).
La ironía en relación con la persona, tal y como dice Lausberg, puede dividirse en: 1) ironía contra personas extrañas o 2) autoironía. La ironía contra personas extrañas suele conllevar la utilización de expresiones que le son propias, una especie de cita de palabras del adversario, para manifestar su falta de credibilidad. Es el caso del “España va bien” del presidente Aznar, en las múltiples citaciones que entonces aparecieron, desde los muñecos del guiñol televisivo hasta las distintas columnas periodísticas.
III
Vamos a acercarnos a la ironía “contra personas extrañas” (en la terminología de Lausberg), referida a un caso reciente, el hecho de llevar la diputada de Podemos Carolina Bescansa su bebé al Congreso. Ha producido una importante serie de construcciones discursivas irónicas, lo que hemos de entender como una autorreflexión discursiva de la sociedad española sobre lo inadecuado de su proceder.
La diputada de Podemos, madre soltera de dos niños, llevó a su bebé al hemiciclo, le dio de mamar y depositó su voto con el pequeño en brazos. El niño, de seis meses, fue pasando de mano en mano e incluso fue acunado por el líder de la formación, Pablo Iglesias.
«El gesto de Carolina Bescansa hay que interpretarlo, sobre todo, como una reivindicación. En el año 2009, una eurodiputada danesa llevó su bebé al Parlamento europeo, y este gesto se repitió en 2010 por la diputada Licia Ronzulli. Era un gesto que simbolizaba las dificultades para la conciliación de la vida laboral y familiar, pero que había que leer todavía en clave de una mayor vindicación de derechos de las mujeres. El impacto mediático de las actuaciones de nuestras representantes políticas tiene un gran papel pedagógico en la sociedad y, por eso, lo aplaudo», manifestó Helena Ancos, experta en temas de género y responsabilidad social.
La diputada de Podemos también logró el respaldo de los colectivos y asociaciones de apoyo a la lactancia. «A mí me parece bien el gesto y muchas mujeres deberían tomar ejemplo.”
Sin embargo, las asociaciones feministas no lo vieron con buenos ojos. «La mayoría de las mujeres no puede hacer eso. La cajera del Carrefour no se lleva a su hijo al trabajo. ¿Por qué no lo hacen los diputados? Querer convertir esa imagen en una reivindicación me parece una anécdota», declaró Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres.
Más allá de colectivos muy señalados, la mayoría de la sociedad española respondió con la ironía. Pondré algunos ejemplos. En El hormiguero, el programa de Pablo Motos, sin hacer alusión alguna al tema, las hormigas aparecieron con sus bebés hormiga.
En este caso, en vez de mostrar una expresión propia de la persona (Carolina Bescansa) sobre la que hacer la ironía, lo que se muestra es una actitud, una imagen (ella con el bebé) que le es propia y que todos reconocemos por la actualidad de los hechos. Las palabras del discurso se han sustituido por imágenes, pero que cumplen la misma función. Y lo mismo vale decir para los memes que inundaron las redes sociales:
La sociedad española sancionó, por tanto, mediante la reflexión irónica, que consideraba como algo inadecuado en esos momentos el proceder de la cofundadora de Podemos. Desde luego esta reacción directa del pueblo, que llega sin tiempo de demora a los políticos, nos acerca en el siglo XXI de nuevo a la interacción, entre el pueblo y sus dirigentes electos, que fue propia del ágora ateniense. Esperemos resultados positivos de esta recuperación de procedimientos de la más genuina democracia antigua en el mundo de las redes sociales. En consecuencia supondremos que Bescansa habrá reflexionado al respecto.