Un señor andaluz, Miguel, gran aficionado a la caza tradicional, residente en la zona de Castellón, cuenta a un interlocutor suyo (en presencia de un investigador antropólogo, que graba la conversación), su relación con los animales de caza. Presentamos su testimonio como ejemplo de sabiduría popular, y también como ejemplo de la forma tradicional de resolver los conflictos con otros cazadores:
[…] “Entonces, claro, vencejo de caña de centeno no tiene nada que ver con el vencejo pájaro. Entonces el saber vencejo de qué venía, vencejo de qué, vencejo de caña de centeno. La madre de mi tío, que fue la segunda mujer, que fue la abuela que yo conocí, la abuela Remedios, fue la abuela que yo conocí; yo era su nieto. Y me hacía unas canastillas así de centeno, para ir a coger grillos para las perdices. Jajaja. Me hacía unas canastillas así con una tapa y todo, con una rama de pino o de retama. Y pam, grillo y para adentro, pam, grillo y para adentro. Cuando llegaba estaban las perdices… porque yo cogía unas cuarenta perdices o más. Yo iba con un perro de un tío mío que era cazador… Las criábamos todas con yema de huevo, con grillos, con todo. Y después, cuando ya se hacían adultas, mi tío cogía y las iba seleccionando; las hembras las soltaba todas, si había treinta, las soltaba todas; y los machos, iba probando, y a lo mejor de cuarenta se quedaba con diez. Pero los otros, los soltaba todos, de adultos, todos de grandes, los soltaba todos… No matar por matar… hay que matarlo en el momento oportuno. [Mi tío] era un fuera de serie.
Sigue leyendo -¿Cómo sabe usted eso? -Es que me he criado en el campo.